Cada día, mientras el hombre labraba la tierra, un jaguar curioso lo observaba. Como no quería que el jaguar descubriera lo que hacía, lo envió a buscar agua en una calabaza con agujeros que nunca se llenaría. Pero con el tiempo, el cimarrón —aunque amigo del hombre— le explicó al jaguar cómo tapar los agujeros con barro. Cuando el jaguar regresó, el hombre ya había creado una bebida ancestral. El jaguar exclamó: “Quiero beber un poco.” Y el hombre respondió: “Esta bebida es para el hombre y su deleite.” El jaguar, demostrando superioridad, insistió: “Quiero un poco de ese deleite.” Entonces, el hombre pidió al borrego cimarrón que hiriera al jaguar en una pierna. Aun así, el jaguar siguió insistiendo en beber. El hombre ordenó al borrego que lo atacara, y el jaguar trepó a un árbol para escapar. Cuando se calmó, el hombre dejó la bebida ancestral en una tina de madera. El astuto jaguar se acercó a beber, y el cimarrón, al notarlo, intentó detenerlo. El jaguar le dijo: “Tú también debes beber.” El borrego obedeció, bebió, y ambos fueron castigados por los dioses, quedando unidos para siempre.